Cuentan que en alguna oportunidad
Henry Kissinger, el inefable exsecretario de Estado norteamericano, en su afán
por desdeñar la importancia de América Latina para Estados Unidos, dijo que si
esta región desapareciera del mapa, muy poco o casi nada se perdería si
comparativamente se tiene en cuenta su producto bruto de un año con lo que
mueve en un día la principal base pirata financiera del mundo: Wall Street.
Sin
embargo y pese a las manifestaciones del "establishment"
estadounidense de menospreciar a América Latina, esta región siempre ha estado
en las prioridades de Washington. Es decir, contrario sensu al concepto de
Kissinger, esta área geográfica que va desde el río Grande hasta la Patagonia
constituye la zona del mundo de mayor importancia geoestraetégica para Estados
Unidos. Así lo expresa en un concienzudo análisis el sociólogo y politólogo
argentino Atilio Borón.
Históricamente,
demuestra Borón, Estados Unidos ha considerado a Latinoamérica una región de
inmensa importancia para sus intereses imperiales, no obstante que su actitud
política frente a ella ha sido de menosprecio y prepotencia.
Invitado
por el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) de Ecuador, este
científico social argentino, actualmente director del Programa Latinoamericano
de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) del Centro Cultura de la Cooperación
Floreal Gorini de Buenos Aires, participó del Encuentro Internacional la Unasur
y los nuevos desafíos de la integración suramericana que se realizó en Quito
entre el 18 y el 20 de junio.
Durante
su conferencia titulada Cambios en la doctrina estratégica de Estados Unidos
hacia América Latina, Boron llamó la atención sobre cómo cada vez más esta
región adquiere mayor importancia para Washington no solo por su proximidad
geográfica sino por su potencial en recursos naturales y biodiversidad.
LA PRIMERA
DOCTRINA DE POLÍTICA EXTERIOR ESTADOUNIDENSE
Boron
hace énfasis en que Estados Unidos históricamente ha cuidado de manera
prevalente a lo que despectivamente han denominado su "patio de
atrás". No es gratuito, afirma, que la primera doctrina de política
exterior que elaborara Washington haya sido sobre América Latina: la famosa
Doctrina Monroe de 1823.
Después
de casi un siglo de formulado el axioma: "América para los
americanos", Estados Unidos plantea una nueva doctrina internacional, esta
vez presentada por el presidente Woodrow Wilson en 1918 y tiene que ver con la
paz de Europa como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. No pasan 30 años
y Washington retoma su interés geoestratégico en América Latina. Esta vez en
1947, Estados Unidos suscribe el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR) que se sustenta en todo un esquema militar para la región. Este
instrumento se concreta antes de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) que se firmó en 1949. "Eso indica -recaba Boron- la
excepcional importancia de América Latina para Estados Unidos".
LAS
POTENCIALIDADES DE AMÉRICA LATINA
Dada la
inmensa potencialidad en recursos de América Latina, países como China e India
están mirando hacia esta zona geográfica del planeta y ahí se vislumbra un
grave problema con Estados Unidos que ve su área de influencia en disputa.
Pero no
es para menos. Boron muestra con cifras en la mano como esta región se
consolida como la de mayor importancia geoestratégica del planeta. En América
del Sur, por ejemplo, se encuentra entre el 30 y el 35% de la reserva de agua
dulce, ello sin incluir el Acuífero Guaraní (que comparten Brasil, Argentina,
Paraguay y Uruguay) que tiene una capacidad infinita de reproducción del
valioso liquido.
De los
diez países mineros más importantes del mundo, siete son de Latinoamérica. El
80% del litio, un potencial electroquímico de altísimo valor, se encuentra en
esta región. Ello para no hablar de las inmensas reservas de petróleo, gas,
biodiversidad y el pulmón ecológico que representa la cuenca amazónica.
Boron
trae a cuento estos datos para señalar que Estados Unidos requiere de al menos
40 minerales de los que posee América Latina y de los cuales carece para poder
mantener su modelo de vida.
MILITARIZACIÓN
Lo
anterior explica porque a partir de la revolución sandinista de 1979 Estados
Unidos se dio a la tarea de expandir su estrategia de militarización a lo largo
y ancho de Latinoamérica, señala Boron.
Pero no
solo ello, agrega, históricamente la región ha sido una prioridad para
Washington, no en vano durante el último siglo ha perpetrado 200 intervenciones
militares en América Latina.
Desde
hace una década la política exterior norteamericana respecto del hemisferio no
la traza el Departamento de Estado sino el Pentágono (léase el Departamento de
Defensa). Solo el personal civil del Comando Sur, explica Boron, supera con
creces al resto de agencias estadounidenses que operan en los diversos países
latinoamericanos.
Además,
el Comando Sur fue el primero de los diez que se han creado por parte del
Pentágono para controlar militarmente el mundo, y cuya jurisdicción comprende
prácticamente toda la región con excepción de Cuba y México.
La
expansión de las bases militares por parte de Washington también es sintomático
en opinión de Boron. Antes de las década de los 80 del siglo pasado, Estados
Unidos solo contaba con dos bases militares: Guantánamo en Cuba y Roosevelt en
Puerto Rico. Hoy en día dispone de 46 bases, no obstante que América Latina es
la región más pacífica del mundo.
No es
coincidencia, sostiene este científico social argentino, que dichas bases
militares estén ubicadas precisamente en aquellas áreas de Latinoamérica en
donde se encuentran concentradas las riquezas naturales. Las mismas, advierte,
"serán utilizadas cuando llegue el momento oportuno".
Como
"oportuno" fue desde el interés imperialista que el gobierno de
George W. Bush restableciera el funcionamiento de la IV Flota en 2008, dos
semanas después de que el presidente Luis Inácio Lula da Silva anunciara el
descubrimiento de yacimientos de petróleo en la zona pre-sal en la cuenca
Santos de Brasil. De esta manera enviaba un claro mensaje.
Las siete
bases militares en Colombia pueden tener como objetivo táctico al presidente
Hugo Chávez, pero el objetivo fundamental es apuntar a la riqueza amazónica.
CAMBIO EN
LA HIPÓTESIS DEL CONFLICTO
Boron
considera que dados estos antecedentes, los gobiernos de América Latina deben
cambiar la hipótesis del conflicto respecto de Estados Unidos. Está claro,
argumenta, que Washington cuenta con una bien diseñada estrategia que está
dirigida a controlar y apropiarse de los recursos naturales del continente.
Económica
y comercialmente ha ido ganando terreno con la suscripción de tratados de libre
comercio con los países del Pacífico, impulsando una alianza para contrarrestar
la influencia de las naciones del eje del Atlántico que se resisten a firmar
este tipo de convenios.
En el
ámbito político, Washington a través de la Alianza del Pacífico (México,
Colombia, Perú y Chile de marcado acento neoliberal) se propone debilitar
procesos integracionistas como los de Unasur y la CELAC.
EL
SÍNDROME DEL ROBO DE PANAMÁ
Pese a la
potencialidad bélica de Estados Unidos, Boron considera que América Latina
tiene amplias posibilidades de hacerle frente a la constante amenaza del Tío
Sam.
Recuerda
que si bien los gobiernos conservadores del continente son complacientes con
Washington, de todas maneras también tienen recelo pues está presente la
traición y el robo de Panamá a Colombia en 1903 por parte del presidente
Theodore Roosevelt.
Estos
gobiernos de derecha comenzarán a asustarse, advierte el científico social
argentino, cuando la carrera estadounidense por los recursos naturales de la
región deje de lado las formalidades diplomáticas y se transforme en una pela
feroz.
La
debilidad económica de Estados Unidos también es una ventaja que puede derivar
América Latina, pues China y Rusia son hoy por hoy los grandes tenedores de los
bonos del tesoro norteamericano y poseen por lo tanto una gran capacidad de
presión. Por eso Washington no ha podido chistar frente a los ejercicios militares
que realizaron conjuntamente Venezuela y Rusia en el mar Caribe a finales de
2008. Eso hace menos de una década hubiera sido impensable, señala Borón.
Si bien
la realidad latinoamericana denota un cambio político que se inició en la
región en 1994 con la irrupción de los zapatistas y la protesta social contra
el neoliberalismo que dio paso a varios gobiernos progresistas, siempre existe
el peligro de que la derecha se vuelva a entronizar, por lo que cada vez es más
imperiosa la necesidad de unir esfuerzos en el proceso de integración
latinoamericana para solidificar la vía de superar en forma definitiva "la
larga y negra noche neoliberal", de la que habla el presidente Rafael
Correa.
http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/Ediciones73/nota001.htm
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